viernes, 4 de marzo de 2011

EL DISCURSO PEDAGÓGICO EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL

El discurso pedagógico constituye uno de los temas de importante reflexión en el ámbito de la enseñanza universitaria, examinado desde diferentes puntos de vista, desde un enfoque conceptual hasta su análisis y valoración en los contextos de formación profesional del siglo XXI.
En primer lugar, desde un enfoque conceptual genérico, tendríamos que indicar que el discurso pedagógico en el aula es entendido como la práctica comunicativa que posibilita la comprensión de los saberes científicos, tecnológicos y humanísticos y la construcción de la identidad personal y profesional.
Cabe mencionar que la concepción de este planteamiento genérico en la praxis educativa, puede ser diversa y muy compleja, pues, en esta no sólo interviene la concepción del rol del maestro, sino también las actitudes que genera el desempeño de los maestros en los estudiante, además de la forma cómo los estudiantes conciben este tema a partir de las experiencias y vivencias con los maestros durante su formación profesional.

Seguramente, a lo largo de nuestra carrera profesional, hemos tenido la experiencia de contar con maestros que han utilizado el discurso pedagógico como un recurso didáctico para generar los aprendizajes requeridos en la formación profesional. Tal vez alguno de ellos sólo se dedicaba a dirigirnos un discurso pedagógico muy extenso y profundo del tema de la clase, que nos generaba cansancio, dudas, inquietudes  y, en el peor de los casos, tedio, desinterés o desconexión frente al objeto de aprendizaje. Probablemente, otro docente, iniciaba su discurso pedagógico a partir de lo que habíamos aprendido en la clase anterior o en la asignatura que guardaba relación directa con aquella nueva que estábamos empezando a desarrollar. Y quizá, uno más, era considerado como el maestro problematizador, cuyo discurso pedagógico se centraba en la formulación de una pregunta generadora o un problema de la vida cotidiana vinculado con el ámbito profesional.
Estas  concepciones del discurso pedagógico, tendríamos que analizarlas críticamente en función de algunos criterios específicos de valoración; pero antes de iniciar este análisis es preciso enfatizar que la valoración de la concepción del discurso pedagógico debe centrarse en función de cómo se concibe la  enseñanza y el aprendizaje inserta en una coyuntura cultural. Al respecto, Rebollo (2001, 33), indica con acierto que el estudio del papel del discurso en el proceso educativo implica una reflexión y un posicionamiento teórico sobre cómo se concibe la comunicación educativa y la manera de aprender.
En el primer caso, el discurso pedagógico centrado en el maestro y en la reproducción de los conocimientos de las asignaturas, que en muchos casos generaba estilos de aprendizajes mecánicos, repetitivos, memorísticos, y a la vez, descontextualizados de la realidad, corresponde a un discurso enmarcado en el paradigma conductista de la enseñanza y del aprendizaje. Este discurso pedagógico tuvo como recurso principal la palabra hablada, así como los libros de texto –recursos didácticos que  guardaron correspondencia con el enfoque de formación profesional vigente en esas épocas, con la concepción del hombre y de sus formas de aprender y adquirir el conocimiento–. En la historia de la Educación, el discurso conductista predominó desde la antigüedad hasta el siglo XX y en el caso de la educación superior algunos de sus antecedentes, por ejemplo,  datan del año 2257 a. C con la Escuela Superior Shang Siang  y  la Academia Central de Nanking en el año 258 en China.
En el segundo y tercer caso, los discursos pedagógicos de los maestros tienen unas características muy diferentes y no están centrados en el docente, sino más bien focalizan su intención comunicativa en los efectos que puedan tener los signos verbales y las imágenes en la construcción del conocimiento por parte de los alumnos.
La efectividad de estas dos clases de discursos suele ser más significativa que en el primer caso. Por un lado, la labor de un docente que utiliza en el discurso educativo estrategias para recoger los saberes previos, convierte su actuación en una praxis comunicativa que va a facilitar la incorporación de nuevos conocimientos en la estructura cognitiva de los estudiantes. Por otro, es necesario enfatizar que en esta misma línea de efectividad y trascendencia discursiva se localiza el discurso educativo que utiliza la interrogación didáctica como una valiosa estrategia que genera expectativas por el tema de aprendizaje y por las capacidades a desarrollar durante el tratamiento del nuevo tema de aprendizaje; así, las actividades de aprendizaje resultan ser más dinámicas y polémicas para los estudiantes y favorecen significativamente la incorporación o asimilación de  los contenidos de aprendizaje en su bagaje cultural y profesional.
El discurso pedagógico vigente y aceptable en nuestros tiempos, de acuerdo a la concepción de la formación profesional, indudablemente corresponde a aquel que se centra en la actividad del estudiante y que se caracterizan por ofrecer mensajes educativos complejos, interdisciplinarios,  acordes al enfoque de formación profesional y a las características socioculturales de esta época; de ahí que “estos discursos ya no sólo utilizan la palabra hablada y los libros de texto como  únicos recursos para aprender, sino que han ido incorporando recursos más interactivos como los provenientes de la era tecnológica” (Cfr. Martínez, V.;  Pérez, Otero,  2003, 186). Algunos de los recursos  cuyos efectos resultan más significativos en la enseñanza universitaria de esta era tecnológica, son los videos, los recursos provenientes de la web, así como  los recursos y herramientas contenidos en las plataformas virtuales de aprendizaje, entre otros.
Otro criterio de análisis del discurso pedagógico de los maestros es su potencialidad formativa o educativa. Si bien es cierto, desde un punto de vista integral u holístico, se ha criticado el discurso pedagógico centrado en la exposición o transmisión del conocimiento por parte del maestro, se rescata de él su trascendencia en la dimensión instructiva o especializada del conocimiento de las disciplinas en la formación profesional. En cambio, habrá que destacar que los nuevos modelos de formación profesional, evaluados dentro del marco de acreditación de la calidad, sugieren el uso de  estrategias de enseñanza aprendizaje que promuevan la participación de los estudiantes, con discursos pedagógicos creativos, problematizadores, dinámicos,  que cumplan no sólo una función instructiva, sino  también afectiva, motivadora, social y ética. Se trata entonces, de poner en práctica un discurso educativo coherente y armónico que estimule el desarrollo cognitivo-intelectual y socioafectivo de los alumnos.

Referencias bibliográficas
  • Arends, Richard (2007) Aprender a enseñar.  México: McGraw- Hill.
  • Cazden, C.B. (1991) El discurso en el aula. El lenguaje de la enseñanza y el aprendizaje. Barcelona, Paidós.
  • Martínez, V.; Pérez, O. (2003)  El discurso educativo: un nuevo modelo pedagógico. En Revista Científica de Psicología ICsA UAECH, N° 2. Consultado el 21 de febrero de 2010 desde http://dgsa.uaeh.edu.mx/revista/psicologia/IMG/pdf/No_2-10.pdf.
  • Martínez, V.; Pérez, O. (2003)  El discurso educativo. CCS
  • Rebollo, Ma A. (2001) Discurso y educación. Sevilla  Mergablun.
  • Rocha, A. El discurso pedagógico y su doble significado. Obra de B. Berstein. Consultado el 22 de febrero de 2011 desde http://www.upd.edu.mx/librospub/prijorac/discped/dispeddo.pdf.
  • Rosales, F. Análisis del discurso pedagógico. En ASELE, Actas (1998)


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